sábado, 23 de mayo de 2009

Uno cambia mucho

Conocí a una mujer que vive en la calle B., cerca de la calle C.
Un día, charlando, le pregunté si conocía a otra mujer, de la calle C., a quien yo había visto muchos años atrás en Mar del Plata. Me preguntó cómo era y se la describí. Claro que le describí a la mujer que yo recordaba, después de todos esos años, de la cual me había enamorado. Yo era muy joven, entonces, y ella era más joven todavía.
—No —me contestó—, hace tiempo que vivo en este barrio, pero no la conozco.
Después me contó que una vez, siendo muy joven, había hecho un viaje a Mar del Plata, con los padres. En el hotel conoció a un muchacho, del cual se enamoró, pero no recordaba ni el nombre ni el aspecto.
—Uno cambia mucho con los años —dije yo.
—Si —dijo ella—, aunque siempre parece como que hay algo que no cambia.
—Si —dije yo—, cuando recuerdo a aquella mujer, a aquella niña, el amor que sentí entonces lo siento de nuevo, como si fuera hoy.
La mujer me miró y se echó a reir.
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