domingo, 27 de enero de 2008

El almuerzo de los gorriones

Después de un rato de caer la llovizna, empezó la lluvia y empapó el asfalto, las baldosas rotas, las ventanas cerradas. Detrás del vidrio, yo miro el agua, el mediodía gris. Qué domingo raro, pienso. Casi como en los años en que trabajaba : después de seis días de tensión, el domingo era como sumergirse en agua tibia, aflojarse más, un poco más.
No es que ahora me sienta mal de estar solo y desocupado. Los días son largos, es verdad, pero sólo hasta que terminan. Cuando me siento en la cama, a la noche, y me saco las zapatillas para acostarme, pienso, cada vez : qué rápido se pasó el día.
A veces miro las ventanas del edificio de enfrente. Allí vive una mujer de más o menos mi edad. La observo cuando se mueve con lentitud entre los muebles, cuando enciende la tele, cuando sale al balcón. Ella también está sola, pienso. Pero qué diferente. El balcón está lleno de macetas con plantas. Ella las riega todos los días, con una jarrita de plástico. También la veo barrer, limpiar los vidrios. En el verano, cuando el sol del oeste da con fuerza, ella sale y baja un toldo verde, con rayas blancas, haciendo girar una manija larga que cuelga del techo. Cuando el sol se va, sale otra vez y levanta el toldo. Entonces se ve que la tele ya está encendida, adentro. Qué diferencia, vuelvo a pensar. Ella está como en el centro de su sistema planetario, en un punto de quietud y de paz. Todas las cosas giran a su alrededor. Yo, en cambio, me siento como perdido en el espacio, como girando alrededor de no se qué. O yendo siempre para adelante, sin rumbo.
Apenas amaina la lluvia, los gorriones vuelven a la reja del balcón. Miran para todos lados, con inquietud y temor. De golpe uno se arroja sobre los pedazos de pan mojado. Después baja otro. Y otro. Se asustan entre ellos. Pican un poco los panes y de golpe, otra vez, levantan vuelo y desaparecen.

4 comentarios:

antiprímula dijo...

Lindo relato. La misma cantidad de minutos que emplea su vecina para realizar esas tareas son los que invierte usted en observarla: No parece tan distinto, el tiempo es solamente una convención. (Claro que no escucha la tele... eso se puede hacer largo). Un saludo a vuelo de pájaro.

Anónimo dijo...

Gracias Pri.

Apuntes+Editorial dijo...

Hola, viejo. (de onda)

¿es usted actor de hollywood? ahh ¿noo? ¿no le salen telarañas de los brazos para llegar al otro departamento? ¿cómo? ¿tampoco tiene vista con rayos equis para observar a través de las paredes?

Está complicado eh. Un largavistas tampoco alcanzaría. La verdá fiera, aguante. Espere. Algo va'pasar.
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. Y le respondo acá a su posteo en mi blog. No me parece que alcance con la mirada. Me parece necesaria la mirada para la incomunicación, y para la soledad. Pero no para el desamor.

Y le pido perdón porque voy a eliminar dos o tres posteos que están de sobra en mi blog, y justo donde tenía el honor de que usté me había comentau. Pero los detesto mis escritos, ahroa que los leo.
Le agradezco que pase, y será bienvenido siempre, con nuevas cosas, no con esas mamarrachadas.

adios.

Anónimo dijo...

No, m´hijo, no. ¿Cómo voy a ser un actor de Hollywood? Ojalá.
Tampoco soy el Hombre Araña, ni Superman, ni Tarzán, ni siquiera Patoruzú.
Simplemente soy un viejo que, como ahora tiene mucho tiempo libre, se le ocurrió escribir algunas cosas que tenía atascadas en el marote y en el cuore.
Un día me anoté en un taller literario para la tercera y cuarta edad, que funciona en el centro de jubilados "Volver a vivir". Lo dirige la Señorita Petra de la Lazeta, que casualmente fué mi Señorita en primero superior.
Después me contaron de esto de los belogues, y me dijeron que era como un inmenso taller literario a cielo abierto. Así que hice el curso de Word y acá estoy. Dentro de poco me voy a comprar la compu con el crédito que está dando el Ansés.
Un abrazo.