lunes, 31 de marzo de 2008

Dating error

Y me equivoco otra vez, porfiadamente,
como sólo el que no quiere ver se equivoca.
Un error sobre otro,
como golpes en mi lastimada cabeza.
Un fracaso más.
Tal vez viajar, envenenarse, mirar profundamente.
Este árbol pudo haber vivido,
pero el frío, el frío, el frío.
Cuando la lluvia se reúne a parlotear en los patios,
y la semilla crece lentamente,
hace calor por todas partes,
y el amor saca las cinco frazadas
de su cama,
yo te busco en mis recuerdos,
te busco en la profundidad de tu cuerpo,
te busco una vez más,
una vez última, porfiadamente,
y me confundo,
como si un violín fuese un teorema,
o un gesto un circuito,
o la muerte una sospecha sin pruebas,
porfiadamente,
como el que no quiere ver que ya es tarde.

martes, 25 de marzo de 2008

Indios

El tropel de soldados bajaba al galope por la calle Hernandarias. Perseguían a un grupo de indios, que iba más adelante, como a media cuadra, en medio de una nube de polvo. Nosotros corríamos con ellos, a lo largo de la calle desierta, oyendo los gritos, el sonido metálico de las trompetas, el retumbar sordo y polvoriento de los cascos de los caballos. Todos habíamos bajado de la pantalla del cine, nos habíamos derramado como un río de sueños turbulentos por la calle Azara, después Olavarría, cruzando Patricios. Volvíamos a casa con ellos, galopando, oyendo el ruido seco de las carabinas, el corazón lleno de temblor, de miedo y de coraje.
Cuando llegábamos a la calle Brown el sueño se había disipado. Ni indios ni cow-boys, éramos otra vez nosotros : el Alfredito, el Pancho, el Negro, el Cacho, el Tomasito. Había mucho sol, todavía. Desde nuestra vereda, a la sombra de los grandes plátanos, mirábamos los negocios de enfrente : la farmacia Mastronardi, la lechería La Martona, la panadería El Nuevo Cañón. Buscábamos las bolitas, o las figuritas, una rara pelota de goma. Desde lo alto de una balcón, una mujer asomada, con las manos en la baranda nos llamaba : ¡Chicos! ¡A tomar la leche!

sábado, 22 de marzo de 2008

Tu destino fue así

Naciste en el barrio de las tres esquinas,
y Dios estaba lejos, muy lejos.
Creciste entre ropa vieja y confusiones,
aprendiste a soñar y a tomar mate.
Y te tocó trabajar, si, como un burro,
como cualquiera.
Hiciste lo que hacen todos :
el amor, la casa, los hijos.
Gritaste en la calle, como cualquiera,
con un poco de miedo.
Un día el tiempo se detuvo :
estabas solo frente a la ventana.
Buscaste a aquel Dios lejano, tan lejano.
No había de qué agarrarse y empezaste a caer,
suavemente, como durmiéndote.
Debajo de la vigilia están los sueños,
pedazos de vida que flotan en un aire raro.
Más abajo no hay sueños,
pero estás dormido y podés despertar.
Más abajo todavía, no hay nada,
sólo el silencio.

sábado, 15 de marzo de 2008

Otro

Apenas me acomodé en la silla sentí ganas de ir al baño. Me contuve, durante un rato, mirando a los jueces por encima de mis anteojos. Eran tres : una mujer, en el medio, un hombre a su derecha y otro a su izquierda. Alguien empezó a leer a toda velocidad un gran fajo de papeles. El esfuerzo por contener las ganas de orinar me impedía seguir la lectura. Miré hacia la ventanita que estaba arriba de la cabeza del fiscal. Ya se hizo de noche, pensé. Qué pronto. Y este tipo que no para de hablar. Aunque no lo entiendo muy bien sé que habla de mi. ¿Es esto el final? ¿Qué va a pasar ahora? ¿Y después? Miré a la jueza. Me hizo acordar a alguien. ¿Lucita, Lucía, cómo se llamaba? La jueza me miró y yo desvié mi vista. La voz del que leía se iba haciendo áspera, cascada. ¿Por qué no toma agua?, pensé. Como si me hubiera oído, el tipo paró y tomó unos sorbos de un vaso que tenía al lado de los papeles. ¿Fué en la secundaria o más tarde? ¿En el viaje que hicimos a San Clemente como mochileros? Lucía me miraba sonriente con sus grandes ojos azules. Me tocaba el pecho. No, en realidad me subía el cierre de la campera. ¿Hacía frío? Había llovido y los micros no podía seguir por el camino de tierra. Estábamos todos allí, en la ciudad de Dolores, haciendo mate y esperando que el camino se secara. Lucita había bajado de otro micro, con unas amigas. Se acercaron a nosotros, muchachos solos, y empezaron a charlar. Ahora tengo ganas de fumar. Y este tipo que no termina nunca de leer. Miré a la jueza. Pero ella no tiene los ojos azules pensé. Lucía si, Lucita, tenía unos hermosos ojos claros. Me miraba sonriendo, esperando que yo le dijera algo. Pero no, no pude. En aquella época era muy tímido. Meto la mano izquierda en el bolsillo y toco el paquete de cigarrillos. ¿Cuántos quedarán? Quiero salir, pensé. El tipo sigue leyendo, cada vez más rápido. ¿Y si le hubiera hablado? ¿Si le hubiera dicho qué linda que sos, o dónde vivís, o cualquier cosa? ¿Y si hubieramos seguido charlando y mirándonos y volviendo juntos a Buenos Aires?
De pronto me sentí raro. No tuve más ganas de fumar, ni de ir al baño. La voz del tipo apenas se oía. Yo no estaría acá, pensé. Yo sería otro.

lunes, 10 de marzo de 2008

El ángel

Mi mejilla virtual está llena de besos.
Mi corazón virtual late como un bit,
en la penumbra de los registros magnéticos :
on-off, on-off, on-off.

Salgo al balcón, pero esta noche no hay luna.
Las luces de la calle se encienden lentamente.
Un ángel voló sobre los techos de Buenos Aires.
Se detuvo un instante en lo alto de un edificio.
Contemplando el dolor de los hombres
cayó una lágrima desde su ojo izquierdo.

Mi mejilla real está limpia y fría, como la noche.
Mi corazón real espera, en la penumbra,
el próximo vuelo del ángel.

martes, 4 de marzo de 2008

Correo no esperado

Recibí un spam con el siguiente texto :

Hombre del 2000
Mi nombre es un número, un pedazo de película plástica
y cultivo flores en mi pequeño balcón.
No sabes que soy el hombre del año 2000?
Y mis hijos no me entienden lo más mínimo.
Aunque mi esposa aun me respeta, yo la maltrato.
Tengo un amor con una computadora fortuita.
No sabes que soy el hombre del año 2000?
Y mis hijos no me entienden lo más mínimo.
OH papi, siéntete orgulloso de tu planeta.
OH mama, siéntete orgullosa del sol.
OH papi, brilla aun tu cerebro
como cuando eras joven?
O te estrellas al ver las cosas
que has hecho?
OH, es una gran mentira!
Y ya sabes quien es el hombre del 2000
y tus hijos no te entenderán en lo más mínimo.

No, pensé, mi cerebro ya no brilla como antes, si es que alguna vez brilló. No, no me entienden. Y yo tampoco a ellos. Es hora de retirarse y dejarles el lugar.
Pensé : Qué rápido pasó todo.
.